Una de las numerosas incógnitas del pacto entre Hamás-Netanyahu recayó en los niños. Al igual que sucedió con las mujeres, el trato afirmaba que todos los menores serían liberados a pesar de que no se especificaba si serían menores de dieciséis o dieciocho años. La problemática del acuerdo se extiende en todas sus vertientes a que no existe un documento oficial en el que queden definidos los tratados e Israel, por su parte, no se ha comprometido en ningún momento a fijar una fecha concreta para liberarlos.
De los 477 liberados el pasado mes, el más joven de la lista es una mujer llamada Kraja Samud nacida en 1988. Kraja tiene veintitrés años y fue arrestada el veinticinco de octubre de 2009 acusada de apuñalar a un militar con una lima de uñas mientras se defendía de éste en Qalandya. Hecho que la sentenció a veinte años de cárcel por intento de asesinato.
Según el último informe publicado por Addameer, hay aproximadamente 176 niños encarcelados, de los cuales treinta y uno son menores de dieciséis años. A pesar de que la ONU dictaminó en la Convención de los Derechos de los Niños que cualquier persona menor de 18 años ha de ser considerada como un niño, los menores palestinos son tratados como adultos por la regulación militar israelí a la edad de 16 años. Incluso, ha habido casos en los que menores de entre 12 y 14 años han sido condenados por la corte militar.
Los menores palestinos sufren violaciones de sus derechos en todos los apartados que establecen el proceso contra ellos. Desde el primer momento por cómo se les detiene, pasando por el interrogatorio y la detención hasta llegar finalmente a una sentencia y su posterior liberación. Los niños son sacados de sus casas a altas horas de la madrugada o detenidos mientras regresan de la escuela y no se les permite a los padres o a ningún familiar acompañarlos. Durante el interrogatorio en el que tampoco está presente alguno de sus familiares más cercanos, los niños son torturados a través del uso de la violencia física y verbal. Según el informe “No Minor Matter” realizado por B'tselem, organización israelí en pro de la defensa de los derechos humanos en los Territorios Ocupados Palestinos, señala que los niños interrogados reciben violentas bofetadas, patadas, golpes y presiones en diversas partes de su cuerpo durante dichas sesiones.
Uno de los casos más recientes se localiza en Silwan, un barrio de Jerusalén este donde la tensión entre colonos y palestinos es palpable. Al menos 81 menores de la zona han sido arrestados entre noviembre de 2009 y octubre de 2010 sospechosos de lanzar piedras. Los niños, que en su mayoría no alcanzaban la edad mínima para ser acusados por la vía penal, fueron arrestados en mitad de la noche, interrogados sin la presencia de alguno de sus familiares directos y tratados de forma muy violenta.
Conforme la ley israelí solo los profesionales capacitados para interrogar a jóvenes pueden interrogar a menores. Uno de los padres debe estar siempre presente y dicha sesiones no se pueden llevar a cabo desde las ocho de la tarde hasta las siete de la mañana en el caso de niños de entre 12 y 13 años ni desde las diez de la noche hasta las siete de la mañana si son jóvenes de entre 14 y 17 años. Desafortunadamente, la legislación militar no contempla ninguna disposición referente a estos asuntos y actúa con total impunidad.
La misma legislación permite al juez imponer una pena máxima de prisión de seis meses a los menores de 12 y 13, y hasta un año en los menores de 14 y 15, excepto por delitos cuya pena es mayor a cinco años de prisión. La pena máxima se determina en función de la edad del delincuente en el momento de la sentencia, pero la edad del delincuente en el momento de cometer el delito debe ser tenida en cuenta en la sentencia también.
No existe un lugar específico para ellos en donde cumplir su condena y pueden llegar a compartir celda con otros veinte prisioneros mayores de edad. Además de contar con una alimentación muy pobre durante su estancia entre rejas. Los niños entrevistados por B'tselem describen con las palabras asco y aburrimiento su vida en prisión.
Tal y como sucede con el resto de presos palestinos, los menores tienen prohibido usar el teléfono, no tienen acceso a casi ningún tipo de educación y su único contacto con el exterior son las visitas familiares. Igual de escasas que en el caso de los prisioneros adultos.