lunes, 31 de octubre de 2011

Amanece que no es poco

Son las cuatro y media de la mañana y el check-point de Gillo, a las afueras de Belén, empieza a recibir los primeros rayos de sol. No es un amanecer idílico, aunque en un sentido estrictamente literario, la estampa rezuma dramatismo y emoción. Dentro del angosto túnel que desemboca en la garita donde el soldado israelí de turno hace su trabajo, cientos de palestinos –todos ellos varones de diferentes edades- permanecen agolpados sin apenas dirigirse la palabra. Se agarran a los barrotes de hierro y nos miran con ojos soñolientos cuando les encuadramos con la cámara. Alguno de ellos nos dedica incluso una sonrisa fugaz o un pulgar erguido. Los más cascarrabias se limitan a bajar la mirada de nuevo. Todos ellos llevan congregados allí desde hace varias horas, esperando poder cruzar el puesto de control que les permitirá llegar a Jerusalén donde con un poco de suerte conseguirán trabajar ese día.

Solo 12 kilómetros separan Belén de Jerusalén, pero la media de tiempo que invierte un palestino en realizar el trayecto que conecta las dos ciudades es de 5 horas. A Saleh le encontramos al final de la cola, cabizbajo. No aparenta más de veinte años. Viste una camisa de color granate, remangada a la altura de los codos, con un bolsillo en el pecho medio descosido de donde sobresale una cajetilla de tabaco. Lleva el pelo perfectamente peinado, brillante de gomina. Enrolladas alrededor de la muñeca derecha, lleva las asas de una pequeña bolsa de plástico negra donde transporta la comida. Cuando le preguntamos por el tiempo que lleva esperando allí nos responde que acaba de llegar. Solo lleva media hora y cree que esta vez está haciendo el viaje en vano porque cuando llegue a Jerusalén, ya le habrán asignado su cometido a otro. Vive en el campo de refugiados de Dheishe, al sur de Belén y hace este trayecto cada día. “La mayoría de veces consigo llegar y trabajar, pero hoy me he quedado dormido y creo que cuando llegue no habrá faena para mí”, explica con ojos de desconsuelo.

Como la vasta mayoría de los palestinos que se encuentran reunidos en el corredor del checkpoint 300, Saleh va a trabajar en la recogida de la aceituna para algún terrateniente israelí. “Son 12 horas de trabajo por 200 sheckels (unos 40 euros). El dinero está bien lo que ocurre es que siempre llego agotado a trabajar, después de llevar otras cuatro o cinco horas de camino y unas siete horas despierto”, añade señalando la fila de compañeros que serpentea en dirección al horizonte, donde el sol ya ha cambiado su aspecto de enorme melocotón. Son las 5 de la mañana y la luz del día ya choca de lleno contra el muro.


Para poder trabajar en los campos de olivos israelíes, los palestinos necesitan adquirir un permiso de trabajo que, además de capacitarles para poder faenar como jornaleros, les acredita para poder cruzar el puesto de control a diario. Sin embargo, estar en posesión de este documento no garantiza el puesto de trabajo de forma permanente: lamentablemente los empleos disponibles se ven sobradamente superados por el número de personas deseosas de trabajar. Esto se resume en la ley del más rápido: solo los primeros en llegar tienen derecho a trabajar y, en definitiva, a ganarse la manutención del día.

“No puedo permitirme el no intentar llegar hasta allí. Probablemente cuando llegue no haya trabajo para mi, pero tengo que intentarlo”, sentencia Saleh mientras pega un sorbo al café que acaba de comprarle a un muchacho que recorre la galería del puesto de control con una enorme cafetera árabe.
El chico de la cafetera se llama Amjad y tiene 18 años. Es oriundo de otro campo de refugiados de Belén; del famoso campo de Aida, donde malviven unas 5.000 personas. Amjad explica que tiene otro trabajo por las tardes; como cocinero en un restaurante, pero que le gusta más trabajar en el check-point porque tiene más libertad y puede acompañarse por su hermano pequeño. “Me gusta venir aquí cada mañana. Me gusta hablar con la gente y servirles el café. El único problema es que cuando tengo que empezar a trabajar en el otro sitio estoy muy cansado”, relata Amjad. Le hace una seña a su hermano que está atendiendo a un cliente unos metros más adelante y éste viene raudo con una amplia sonrisa que corona una alfombra de pelusilla prepúber. Tiene 13 años y se llama Mustafa. Cada día acompaña a su hermano hasta el puesto de control para ayudarle a servir los cafés: “Me divierto hablando con la gente”. El dinero que puede ganarse vendiendo cafés oscila entre 150 y 200 sheckels por unas 8 horas de trabajo, más de lo que Amjad gana trabajando 10 horas como cocinero de un restaurante.
Para un palestino éste es un negocio bastante rentable. Por eso a día de hoy ya son decenas las personas que se han decidido a establecer en los alrededores del check-point su pequeño comercio. Yogures, zumos, pastelitos y galletas son los productos que se comercializan en estas tiendas improvisadas que ya desde medianoche empiezan a recibir sus primeros clientes.

Basem acaba de adquirir un café en una de estas tiendas. Lo bebe aprisa, de un solo trago y derramándoselo por las comisuras de los labios. Nos aclara que llega tarde y que no puede pararse a hablar. Tan solo se para unos instantes para chocarnos la mano, presentarse y explicarnos que tiene que estar en Jerusalén en menos de una hora. Le dejamos marchar y le vemos dirigirse hacia el final de la cola con paso atropellado. Se repara al final de ésta y permanece allí durante unos segundos antes de decidirse a salir del túnel para avanzar unos veinte metros desde fuera, por el carril reservado exclusivamente a turistas. Desde dentro alguien le hace una indicación y le vemos encaramarse con ímpetu a los barrotes. Basem ha conseguido avanzar casi un tercio de la cola y se introduce ahora dentro del túnel por un agujero que hay en el techo.

Dentro nadie se queja. Incluso le hacen hueco. Cuando le preguntamos a alguien que ha quedado atrás tras el desmarque de su compatriota, nos explica con gesto sereno que es normal ver estas jugadas a diario. “¿Qué puedes hacer? La gente llega tarde a sus trabajos. No vas a decirles que no pasen”, explica el hombre con gesto de resignación. A su lado, un chico de unos 26 años, ataviado con traje beige y corbata añade que “cuando ves estas cosas no puedes hacer nada. Te podría pasar a ti”. Él, explica, es abogado y tiene que pasar este trámite cada día para llegar hasta su bufete en Jerusalén. Le preguntamos que si es normal asistir a trifulcas por cosas como ésta y responde rotundamente que no.


- ¿De verdad que nunca pasa nada? ¿Nunca se originan peleas por este asunto?- volvemos a insistir.

- Te he dicho que no, que yo no he visto ninguna. Tenemos que ayudarnos entre nosotros. Si no nos echamos una mano los unos a los otros estamos perdidos.

Purificación Salgado / Belén

domingo, 30 de octubre de 2011

Israel amenaza con demoler un proyecto subvencionado por España


Las cuarenta familias que viven en Mneizel, un pueblecito situado a setenta kilómetros del sur de Hebrón, viven desde el pasado 11 de octubre bajo una orden de demolición dictada por la administración civil israelí. Una planta de energía solar, un edificio de baterías adjunto y tres viviendas familiares forman el enclave amenazado con ser destruido en los próximos días.

La plataforma fotovoltaica junto con el edificio de baterías pertenecen a un proyecto que desarrolló la Agencia de Cooperación Española en 2009 y al que se destinó cerca de 300.000 euros para su construcción y desarrollo. El complejo junto con los tres hogares amenazados están situados en zona C lo que significa que el territorio esta bajo control militar y civil israelí. El conflicto surge debido a que ninguno de las construcciones contaba con el permiso de Israel para ser edificados y éste exige ahora su demolición.

El Consulado de España en Jerusalén está al tanto de la situación e informa de que casi la totalidad de los proyectos de desarrollo se realizan en área C debido a que la población palestina de esa zona carece de necesidades tan básicas como agua, electricidad, sanidad o educación.

Carlos, cooperante español y responsable del proyecto en la actualidad que no ha querido publicar su nombre real, nos relata la situación desde el principio: “En agosto de este año recibimos una orden de detención de construcción de un complejo que ya llevaba año y medio construido y funcionando. Lo siguiente que nos encontramos fue un papel escrito parcialmente en árabe y el resto en hebreo que nos informaba de la demolición del complejo en siete días”. Ignacio añade también que nunca se les entregó oficialmente dicha sentencia: “Los soldados nunca dan en mano la orden de demolición, siempre la dejan debajo de una piedra que se la lleva el viento y así los locales no pueden disponer de ese papel. Nosotros tuvimos suerte porque encontramos el fallo entre arena, piedras y cubierto de barro”.

El 18 de octubre era la fecha oficial para el derribo de los complejos denunciados, pero la abogada de la organización de Rabinos por los Derechos Humanos que lleva el caso consiguió aplazar la demolición diez días más y poder reunir todos los documentos y alegaciones necesarias para defender las estructuras ante la administración israelí. Según ha podido averiguar Postales desde Ramala, las familias palestinas tienen todos los títulos de propiedad pertinentes; el llamado Qusam que tiene su origen en el Imperio Otomano y que fue aceptado posteriormente también por los jordanos cuando colonizaron la zona y ha sido validado por la Autoridad Palestina en la actualidad.

El proyecto financiado por la AECI ofrece suministro eléctrico a cerca de 300 personas además de suministar electricidad a un colegio y una clínica. Carlos se muestra firme: “La planta ofrece un soporte esencial a toda la aldea. Las familias está emprendiendo negocios, los niños pueden estudiar por la noche, por primera vez el pueblo cuenta con una clínica en la que dos veces por semana se pueden hacer análisis de ultrasonido entre muchos otros beneficios”.

Según el estudio desarrollado por SEBA, organización no gubernamental que ha dirigido el proyecto, la población de Mneizel ha mejorado gracias a la plataforma fotovoltaica notablemente. A día de hoy, todas las casas poseen luz, radio y lavadora. Casi el 90 por ciento de los hogares tiene televisión y un 70 por ciento posee neveras donde conservar mejor los alimentos. Además del soporte eléctrico básico, el complejo ha mejorado los usos productivos de la aldea, como la mecanización en la producción de lácteos que se hacían a mano antes. también ha permitido que los niños puedan estudiar a partir de las seis de la tarde -a esa hora ya no hay luz solar en la zona- y por primera vez en la historia de Mneizel dos niñas han pasado a secundaria y una ha accedido a la universidad.

Carlos es positivo con la resolución final y se respalda en procesos anteriores “Existe un caso en el que se consiguió congelar el proceso de demolición de un colegio situado en área C que ofrece soporte a niños beduinos y está hecho con adobe, amparándose en el Derecho Internacional Humanitario que recoge la prohibición al poder ocupante de llevar a cabo cualquier tipo de destrucción de propiedades que ofrezcan servicios básicos; siempre y cuando no ponga en riesgo a la población ocupante”. Y añade: “ Un colegio construido por adobe o una plantación fotovoltaica no pone, ni pondrá, ni ha puesto nunca en riesgo a la población ocupante”.

El próximo 27 de octubre es la fecha límite para entregar todas las alegaciones pertinentes y a partir de ahí la administración civil israelí tomará una decisión. Carlos es tajante ante la situación actual: “Si no ganamos esta batalla sera una gran pérdida y servirá de ejemplo a Israel para futuras demoliciones”.

Purificación Salgado & Raquel Rivas / Ramala 

sábado, 29 de octubre de 2011

El mundo árabe bajo los ojos de directoras palestinas


Es el único festival de cine en todo el mundo árabe producido exclusivamente por mujeres, pero esto ya no supone ninguna novedad. Con esta nueva edición, el Festival de Cine de Mujeres Shashat de Palestina cumple siete años de vida; casi una década de existencia durante la cual se ha luchado por promover el debate acerca del papel de la mujer en Oriente Medio. “I am a woman from Palestine” (“Soy una mujer de Palestina”) es un proyecto que nació en el año 2005 de la mano de la Unión Europea y que, rápidamente y sin apenas trabas, encontró su hueco en el espacio cultural palestino gracias a la colaboración de la ONG local Shashat.

Alia Arasoughly, directora general de Shashat, es la encargada de capitanear este proyecto. Explica que la supervivencia año tras año de este evento significa mucho dentro del desarrollo de Palestina. Para ella la intersección entre cultura y desarrollo constituye un elemento de vital importancia ya que “la cultura conforma la identidad personal y las personas son la fuerza motriz para el desarrollo”. “Este proyecto es un esfuerzo más dentro de nuestra intervención cultural”, añade antes de concluir.

Desde el 24 de septiembre, trece ciudades palestinas en cooperación con ocho universidades y diez organizaciones, acogen las proyecciones de las diferentes piezas realizadas por cuatro directoras palestinas: cuatro jóvenes henchidas de talento y arrojo, que no vacilaron un instante cuando se les propuso participar en este proyecto. Dara Khader es una de las directoras que colabora en el evento. Es originaria de Yenín y, aunque solo tiene 21 años, su visión de la coyuntura palestina denota juicio y sensibilidad. Aunque los estudios que llevó a cabo distan mucho del mundo del cine (se licenció en Ingeniería Civil), siempre sintió inquietud por el séptimo arte y su poder para hacer llegar mensajes a la humanidad: “Empecé a hacer películas cuando estaba en el colegio, y desde mi primer año de universidad quise involucrarme más y comencé a participar en festivales”.

“It’s a tough life” (“Es una vida dura”) es su aportación en forma de cortometraje al festival. Narra la historia de una joven recién graduada que tiene que luchar contra la frustración de verse obligada a subsistir a base de trabajos precarios. Khader explica abiertamente que siempre ha estado interesada en contar cómo funciona la sociedad palestina: “En realidad hay ciertos temas que no me atrevo a tratar por respeto a la gente de aquí y su forma de pensar. Supongo que podrán tratarse algún día, pero ahora no es el momento”, aclara con gesto amargo. Cuando le sugirieron participar en el festival aceptó sin titubeos a pesar de que se encontraba en el último año de carrera y proyectos y exámenes le desbordaban: “Aquí en Palestina no tenemos muchas oportunidades, así que no podía desaprovechar ésta”.

Exponer los problemas a los que las mujeres palestinas se enfrentan, someterlos a discusión y acabar con algunos prejuicios y convencionalismos son algunos de los objetivos principales del festival. Dara comenta que esfuerzos como estos suponen grandes avances dentro del mundo árabe y que hay que dotarlos de la mayor difusión prosible: “La mujer en Palestina sigue aplastada por ciertas tradiciones que no permiten que se crea en su aportación a la sociedad. Claramente hay que poner fin a algunas reglas”.

Laila Abbas es otra de las directoras que quisieron aportar su visión del asunto participando en el festival. Tiene 32 años y aunque es oriunda de Nablús, lleva desde los 12 viviendo en Ramala. Su pieza “5 cups and a cup” (“5 tazas y una taza”) muestra a un grupo de mujeres feministas palestinas que quieren entrevistarse con el presidente Mahmoud Abbas para hacerle llegar algunas propuestas que pretenden cambiar ciertas leyes. En una atmósfera colmada de humo, café y comentarios sarcásticos, Laila expone su crítica a las leyes palestinas de estatus personal.

Abbas, sin embargo, es de la opinión de que se están consiguiendo grandes cambios en la sociedad palestina, muchos de los cuales afectan a la mujer: “Las mujeres aquí han cambiado mucho durante los últimos cien años. Si me comparo a mí misma con mi abuela, que era analfabeta y se casó a los 14 años, puedo decir con total seguridad que hemos avanzado. Yo estoy haciendo mi segundo máster en Londres, tengo 32 años y nadie me está presionando para que me case”.

En cuanto al tema que concierne a las leyes, Laila no tiene la misma sensación de progreso. “Si nos comparamos con otros países, obviamente podemos apreciar que tenemos un largo camino por recorrer, pero por eso yo elijo hablar en mi película sobre leyes: para que la gente sepa cómo funcionan y cómo les afectan en su vida”. Añade que gracias a la proyección de estas películas se están propiciando debates interesantes que cree agitarán conciencias. “Especialmente en las universidades se están originando muchas discusiones acerca de este asunto. Muchas mujeres no saben cómo las leyes afectan a su vida. Yo puedo vivir mi vida ignorando las leyes, pero si tengo que enfrentarme a un problema como el divorcio o la pensión alimenticia me daré cuenta de que las leyes son muy injustas para mí”, explica con gesto indignado.

Laila aclara que ella siente una gran admiración por la mujer palestina, “porque es una mujer fuerte y luchadora”, pero que esto no excluye el hecho de que “las mujeres en nuestro país deberían empezar a moverse sin demora para alcanzar su estatus completo de ser humano y ciudadana”. “No es necesario esperar a que llegue un problema para empezar a quejarnos de las leyes que tenemos”, declara con gran exaltación Laila. “Vamos a informarnos ahora y a actuar ahora”, dice para concluir.

“Acrid and honey” (“Amargura y miel”) de Lana Hijazi y “The fig and the olive” (“El higo y la oliva”) de Georgina Asfour son las otras dos obras que hasta el día 15 de diciembre podrán visionarse en centros culturales de 13 ciudades palestinas: espacios donde todos aquellos que quieran zambullirse en el debate y la reflexión acerca del estatus de la mujer palestina en la actualidad, tendrán la oportunidad de hacerlo gracias a “I am woman from Palestine”, un festival que lleva siete años luchando por los derechos de la mujer, y que promete seguir haciéndolo durante muchos más.


Purificación Salgado & Raquel Rivas / Ramala 

miércoles, 19 de octubre de 2011

Ramala recibe a la primera tanda de presos palestinos

Cientos de palestinos se congregaron en la sede del gobierno de la Autoridad Palestina para recibir a la primera tanda de presos liberados tras el acuerdo Hamas-Netanyahu. 477 palestinos fueron liberados en la mañana del martes tras la confirmación oficial de que el soldado israelí, Giladt Sahdit, capturado por Hamas desde 2006 se encontraba en manos israelíes.

La Al-Muqata se llenó de júbilo a través de cánticos que festejaban el momento. Numerosas familias y amigos  bailaban al son de la música y ondeaban incansablemente enormes banderas nacionales mientras esperaban la llegada de sus seres más queridos. 

Fueron recibidos a hombros como héroes nacionales entre llantos, lágrimas y abrazos mientras el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, pronunciaba el discurso oficial de bienvenida en el que calificó el día de momento histórico. Discurso que fue imposible finalizar debido a que los excarcelados no pudieron resistirse a ir a abrazar a sus familiares.

Del monto total de liberados, cuarenta serán deportados a Qatar, Siria, Turquía y Jordania. Once de ellos, entre los que se encuentra una mujer, han llegado en la madrugada de hoy a Ankara según informa Aljazeera.

P.S y R.R / Ramala

sábado, 15 de octubre de 2011

La tierra olvidada de Cisjordania

El Valle del Jordán representa el 30 por ciento de Cisjordania y tras los acuerdos de Oslo en 1993, Israel pasó a controlar de forma militar y civil el 95 por ciento de la zona conviertiendo el territorio en área C. Antes de la ocupación en 1967, los palestinos afincados en el Valle del Jordán alcanzaban la cifra de 320.000. 


Hoy el número de residentes se ha visto sensiblemente reducido a 56.000 personas. El motivo principal y único de dicho éxodo se debe a una política israelí basada en confiscar, demoler y prohibir la reconstrucción de hogares y mantener una estrategia de expansión y anexión de territorio a través de las 37 colonias ilegales que dominan 1200 km2 del territorio, lo que se traduce en el 50 por ciento de la superficie total del valle. 
Dichas actividades violan el IV Convenio de Ginebra, dentro del Derecho Internacional Humanitario se recoge la prohibición al poder ocupante de llevar a cabo cualquier tipo de destrucción de la propiedad privada de la población protegida. 





P.S y R.R/ Valle del Jordán 

martes, 11 de octubre de 2011

"Están usando todo tipo de tácticas para romper la huelga. Ya han gaseado incluso a varios presos"

Familiares de los presos congregados en Ramala
El pasado 28 de septiembre, la inmensa mayoría de los cerca de 5.500 presos palestinos que permanecen encerrados en cárceles israelíes, rehusaba ingerir alimento alguno durante al menos tres días a la semana. Lo hacían en apoyo a 500 compañeros que se decidían a iniciar una huelga abierta de hambre desde cinco prisiones del sur. Se trata de una de las tantas protestas que se han ido sucediendo en centros penintenciarios israelíes desde que la primera se desatase en el año 1995, en pleno proceso de paz. 
Quieren denunciar una vez más las severas restricciones que sufren por parte de las autoridades penitenciarias, así como las condiciones de aislamiento continuo que sufren algunos de ellos, entre los cuales se encuentra Ahmad Saadat, secretario general del Frente Popular para la Liberación Palestina, quien permanece recluido en una celda de castigo desde marzo del 2008.


Las cárceles israelíes son esencialmente prisiones políticas donde la gran mayoría de reclusos son palestinos acusados de realizar o planear actos de resistencia, bien sean pacíficos o armados a pesar de que incluso la resistencia armada es un derecho legítimo para todo pueblo ocupado. De los casi 6.000 prisioneros, se conoce que al menos 280 son menores de edad y que hay aproximadamente unas 33 mujeres, de las cuales 17 son madres.

Issa Qaraqae, ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para los prisioneros señala que “hay presos aislados desde hace diez años”, algo rotundamente prohibido por la Conferencia de Génova, el Pacto Internacional de los Derechos Políticos y Civiles y la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles. Se estima que son cerca de veinte los prisioneros que se encuentran incomunicados del resto de sus compañeros durante 23 horas al día y a los que no se les permite ningún tipo de contacto con sus familias.


Por su parte, los grupos de derechos humanos han denunciado también que el recrudecimiento de las condiciones de los presos, dictado el pasado mes de junio por Benjamín Netanyahu, convierte la situación en más amoral e indecorosa que nunca, con una administración penitenciaria que no solo no permite a los presos palestinos tener acceso a programas educativos, libros ni ropa; sino que también ha aumentado considerablemte las cortapisas en materia de visitas.

La organización palestina no gubernamental ADDAMEER, fundada en 1992 por un grupo de abogados, ex detenidos y activistas preocupados por los derechos humanos, se encarga de ofrecer ayuda a los presos palestinos repartidos por las 30 cárceles y centros de detención israelíes que actualmente existen. Francis, directora de la organización, señala que “el endurecimiento de las condiciones de reclusión dictado el pasado mes de junio por Netanyahu ha sido el detonante que ha hecho estallar la huelga”. Añade que hasta el décimo día de la huelga no se ha permitido a los abogados de su organización visitar a los presos. “Hemos podido comprobar que se encuentran en buenas condiciones de salud aunque están muy cansados.
Manifestación pacífica delante de la prisión Offer
Se les molesta cada noche con inspecciones en las celdas para tratar de extenuarlos. Otras veces se les hace correr durante horas alrededor de la prisión”. Las amenazas por parte de los funcionarios de prisiones no han tardado en surgir: “Se les dice que tras la huelga no podrán comprar comida o ver a sus familias en un mes. También se les han requisado los alimentos que ya tenían y los aparatos electrónicos como televisiones o radios", añade Francis. 
Addameer tuvo la oportunidad de reunirse en los pasados días con tres presos del FPLP en el Tribunal. Allí pudieron comprobar que se había ejercido la violencia física contra ellos. "Habían sido claramente golpeados. Pudimos ver las marcas que tenían por toda la cara y el cuerpo". Sahar Francis apunta que era algo de esperar: "Están usando todo tipo de tácticas para romper la huelga. Ya han gaseado incluso a varios presos". Pese a todas las estrategias de desgaste que pretenden acabar con este paro, la directora de la organización aclara que casi el cien por cien de los presos continúa con la intención de secundar la huelga durante tres días a la semana: miércoles, jueves y sábado. La principal demanda que se le hace al Gobierno israelí es que se termine con los aislamientos, pero también hay otras peticiones secundarias que afectan a la vida cotidiana de los prisioneros palestinos y que ellos consideran esenciales: "No estamos pidiendo nada que no tuviesen antes del discurso de Netanyahu. Ellos solo quieren poder continuar con su educación, tener acceso a libros, poder ver la televisión árabe". "Sus condiciones se han deteriorado muy gravemente en los últimos meses y las restricciones en el asunto de las visitas han sido terribles".

Campamento de familiares en la plaza de Arafat, Ramala
La única institución que puede acceder a hablar con los presos en sus propias celdas y sin ser escuchados es la Cruz Roja. Su política no le permite transmitir ninguna información a cualquier otra organización. “Es ridículo. Nosotro hablamos después con las familias y ellas nos cuentan lo que la Cruz Roja les ha informado”, señala Francis. “No quiero decir que no estén haciendo un buen trabajo, pero deberían intensificar las visitas ya que son los únicos que tienen un acceso total a los presos.”


Lamees Farraj tiene un hermano en prisión desde hace nueve meses al que solo ha podido visitar en una ocasión. Explica que desde que arrancó la huelga de hambre no ha sabido nada de la situación en la que éste se encuentra: “Nos dicen que lo están transfiriendo de una prisión a otra, pero nada es seguro. Ni siquiera la Cruz Roja es eficiente a la hora de informarnos".Cuando la huelga se desató, ella y otras decenas de personas que se reúnen cada día en la sede de la Cruz Roja de Ramala, se decidieron a unirse a la reivindicación en forma de apoyo a los presos. “Yo solo he podido estar tres días sin comer. A partir del tercer día me di cuenta de que no tenía energía para ir a trabajar. No podia hacer nada”, se excusa Lamees.
Añade que resignarse a no tener noticias es lo más doloroso de todo: “En casa vivimos una situación de estrés terrible. Mi madre llora cada noche. Es muy duro el hecho de no saber”. 


P.S & R.R / Ramala 2011

sábado, 8 de octubre de 2011

Nabi Saleh, donde la resistencia palestina alberga esperanza



 Llega el viernes y la historia se repite desde diciembre de 2009. Nabi Saleh se convierte en la representación máxima de la resistencia  popular no violenta a través de locales, internacionales y activistas israelíes. Juntos y “armados” de banderas palestinas y una enorme pancarta que clama la devolución de sus tierras descienden la carretera 465 hasta que comienza el bombardeo de granadas de ruido, gas lacrimógeno y un líquido pestilente, que provoca vómitos y mareos, por parte de los militares israelís.

En dos meses se cumplirán dos años de manifestaciones debido a la tentativa de expropiación del manantial Ayn al-Kurs que comenzó en julio de 2008 por parte del asentamiento colono Halamish, situado al sur de Nabi Saleh. Numerosos han sido los intentos de recuperar el territorio por parte del pueblo palestino llegando a conseguir que dicho manantial sea reconocido como patrimonio arqueológico o sentencias dictadas por las propias autoridades israelíes en favor de los locales. Pero la realidad es distinta y los menos de 550 habitantes de esta localidad, situada a veinte kilómetros del noroeste de Ramala, tienen prohibido acudir en grupo o visitar el manantial los viernes.
Cada semana se suceden las mismas imágenes, los militares empiezan a cargar contra los manifestantes que en su mayoría son niños de entre 10 y 14 años para intentar disolver el movimiento. Pequeños adultos que se defienden con piedras ante los repetidos ataques directos, a pesar de que la Convención de Ginebra y el propio cuerpo militar prohíben disparar directamente contra las personas debido al riesgo y peligrosidad que albergan este tipo de armas.

Israel se defiende diciendo que dichas manifestaciones son ilegales. Según su gobierno,  cualquier reunión de carácter político en territorio ocupado de al menos diez personas requiere el permiso de las autoridades militares. Los locales saben que dicho permiso es imposible de obtener así que continúan cada viernes con sus pacíficas reivindicaciones territoriales.
2011 ha sido un año duro para los habitantes de Nabi Saleh. El 4 de marzo la milicia israelí irrumpió en sus casas durante la noche para sacar a los niños de sus camas y tomarles fotografías de forma indiscriminada para provocar temor en ellos y tenerlos bajo control. Dos días después arrestaron a Naji Tamimi,  uno de los activistas más veteranos de la zona, por incitación y participación en manifestaciones dentro de territorio militar. A finales de ese mismo mes fue detenido Bassem Tamimi, líder de la resistencia y coordinador del comité popular, acusado de incitación, organización de manifestaciones ilegales, obstrucción a la justicia y por dar consejos a los jóvenes sobre cómo actuar ante un interrogatorio.

Hasta el momento se calcula que se ha arrestado al 13% de la población. 78 personas han sido detenidas desde 2010 entre las que se incluyen mujeres y niños de entre once y catorce años, según informa  el Movimiento Internacional Solidario.

Raquel Rivas / Nabi Saleh 2011

viernes, 7 de octubre de 2011

Spain comes to Ramallah


La ciudad de Ramala se llenó de luces y acento español  para recibir a la “bailaora” Karen Lugo y su compañía, Casa Patas, en el Cultural Center of Ramallah la pasada noche. En un auditorio en el que no cabía ni un alfiler, la compañía ofreció un espectáculo cargado de pasión y mucho “duende” que hizo levantar a todo el público de sus asientos. 


David Fernández, gestor cultural de la Oficina Técnica de Cooperación Española en Jerusalén, se mostró muy orgulloso ante la acogida por parte del pueblo palestino, “Podemos calificar el evento como todo un éxito. Los artistas han estado a gusto, la respuesta del público ha sido magnífica y el consulado ha salido muy satisfecho”.


Por su parte, la compañía Casa Patas deleitó a los espectadores con un espectáculo llamado Flamencura en el que reunió piezas tan clásicas como las bulerías y los fandangos y las fusionó con otros estilos como las guajiras y el tango.




P.S. y R.R. / Ramala 2011

lunes, 3 de octubre de 2011

Madres palestinas exigen la liberación de sus hijos

                                   

En 1995, en pleno proceso de paz, miles de presos palestinos iniciaron por primera vez una huelga de hambre dentro de las prisiones israelíes. Clamaban por el fin de un recrudecimiento de las condiciones penitenciarias que iba empeorando año tras año y, en términos generales, por una mejora inmediata de una coyuntura ya en aquel entonces insostenible. 
Desde el estallido de esta primera reivindicación, han sido decenas las protestas que se han ido suscitando en las instalaciones militares de detención repartidas por todo Israel. La última se ha desatado este miércoles y  reúne a cerca de dos mil quinientos prisioneros palestinos -de los 7.000 detenidos en prisiones- que denuncian las restricciones que se siguen cometiendo por parte de las autoridades carcelarias israelíes.
En la ciudad Cisjordana de Ramala, centenares de ciudadanos se han dado cita hoy en la céntrica plaza Al-Manara ondeando banderas palestinas y coreando consignas con las que han exhortado a la inmediata liberación de todos los prisioneros. Entre los manifestantes se encuentran decenas de familiares y la gran mayoría son mujeres: madres que comparten el mismo gesto apesadumbrado e impávido, y que permanecen inmóviles mientras exhiben a las cámaras las fotografías de sus hijos. Casi todas llevan las manos encadenadas en una especie de alegoría que intenta representar la impotencia que sienten respecto a la situación actual.
Aminah  Manzur cuenta que lleva diez años sin poder ver a su hijo y que la última vez que pudo visitarle, éste no la reconoció debido al estado de demencia en el que hallaba. Explica que tienen intención de manifestarse cada semana en forma de apoyo a unos encarcelados que, por su parte, ya han anunciado que harán huelga de hambre cada miércoles, jueves y sábado hasta que Israel cumpla sus demandas.



Purificación Salgado/Ramala 2011