martes, 11 de octubre de 2011

"Están usando todo tipo de tácticas para romper la huelga. Ya han gaseado incluso a varios presos"

Familiares de los presos congregados en Ramala
El pasado 28 de septiembre, la inmensa mayoría de los cerca de 5.500 presos palestinos que permanecen encerrados en cárceles israelíes, rehusaba ingerir alimento alguno durante al menos tres días a la semana. Lo hacían en apoyo a 500 compañeros que se decidían a iniciar una huelga abierta de hambre desde cinco prisiones del sur. Se trata de una de las tantas protestas que se han ido sucediendo en centros penintenciarios israelíes desde que la primera se desatase en el año 1995, en pleno proceso de paz. 
Quieren denunciar una vez más las severas restricciones que sufren por parte de las autoridades penitenciarias, así como las condiciones de aislamiento continuo que sufren algunos de ellos, entre los cuales se encuentra Ahmad Saadat, secretario general del Frente Popular para la Liberación Palestina, quien permanece recluido en una celda de castigo desde marzo del 2008.


Las cárceles israelíes son esencialmente prisiones políticas donde la gran mayoría de reclusos son palestinos acusados de realizar o planear actos de resistencia, bien sean pacíficos o armados a pesar de que incluso la resistencia armada es un derecho legítimo para todo pueblo ocupado. De los casi 6.000 prisioneros, se conoce que al menos 280 son menores de edad y que hay aproximadamente unas 33 mujeres, de las cuales 17 son madres.

Issa Qaraqae, ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para los prisioneros señala que “hay presos aislados desde hace diez años”, algo rotundamente prohibido por la Conferencia de Génova, el Pacto Internacional de los Derechos Políticos y Civiles y la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles. Se estima que son cerca de veinte los prisioneros que se encuentran incomunicados del resto de sus compañeros durante 23 horas al día y a los que no se les permite ningún tipo de contacto con sus familias.


Por su parte, los grupos de derechos humanos han denunciado también que el recrudecimiento de las condiciones de los presos, dictado el pasado mes de junio por Benjamín Netanyahu, convierte la situación en más amoral e indecorosa que nunca, con una administración penitenciaria que no solo no permite a los presos palestinos tener acceso a programas educativos, libros ni ropa; sino que también ha aumentado considerablemte las cortapisas en materia de visitas.

La organización palestina no gubernamental ADDAMEER, fundada en 1992 por un grupo de abogados, ex detenidos y activistas preocupados por los derechos humanos, se encarga de ofrecer ayuda a los presos palestinos repartidos por las 30 cárceles y centros de detención israelíes que actualmente existen. Francis, directora de la organización, señala que “el endurecimiento de las condiciones de reclusión dictado el pasado mes de junio por Netanyahu ha sido el detonante que ha hecho estallar la huelga”. Añade que hasta el décimo día de la huelga no se ha permitido a los abogados de su organización visitar a los presos. “Hemos podido comprobar que se encuentran en buenas condiciones de salud aunque están muy cansados.
Manifestación pacífica delante de la prisión Offer
Se les molesta cada noche con inspecciones en las celdas para tratar de extenuarlos. Otras veces se les hace correr durante horas alrededor de la prisión”. Las amenazas por parte de los funcionarios de prisiones no han tardado en surgir: “Se les dice que tras la huelga no podrán comprar comida o ver a sus familias en un mes. También se les han requisado los alimentos que ya tenían y los aparatos electrónicos como televisiones o radios", añade Francis. 
Addameer tuvo la oportunidad de reunirse en los pasados días con tres presos del FPLP en el Tribunal. Allí pudieron comprobar que se había ejercido la violencia física contra ellos. "Habían sido claramente golpeados. Pudimos ver las marcas que tenían por toda la cara y el cuerpo". Sahar Francis apunta que era algo de esperar: "Están usando todo tipo de tácticas para romper la huelga. Ya han gaseado incluso a varios presos". Pese a todas las estrategias de desgaste que pretenden acabar con este paro, la directora de la organización aclara que casi el cien por cien de los presos continúa con la intención de secundar la huelga durante tres días a la semana: miércoles, jueves y sábado. La principal demanda que se le hace al Gobierno israelí es que se termine con los aislamientos, pero también hay otras peticiones secundarias que afectan a la vida cotidiana de los prisioneros palestinos y que ellos consideran esenciales: "No estamos pidiendo nada que no tuviesen antes del discurso de Netanyahu. Ellos solo quieren poder continuar con su educación, tener acceso a libros, poder ver la televisión árabe". "Sus condiciones se han deteriorado muy gravemente en los últimos meses y las restricciones en el asunto de las visitas han sido terribles".

Campamento de familiares en la plaza de Arafat, Ramala
La única institución que puede acceder a hablar con los presos en sus propias celdas y sin ser escuchados es la Cruz Roja. Su política no le permite transmitir ninguna información a cualquier otra organización. “Es ridículo. Nosotro hablamos después con las familias y ellas nos cuentan lo que la Cruz Roja les ha informado”, señala Francis. “No quiero decir que no estén haciendo un buen trabajo, pero deberían intensificar las visitas ya que son los únicos que tienen un acceso total a los presos.”


Lamees Farraj tiene un hermano en prisión desde hace nueve meses al que solo ha podido visitar en una ocasión. Explica que desde que arrancó la huelga de hambre no ha sabido nada de la situación en la que éste se encuentra: “Nos dicen que lo están transfiriendo de una prisión a otra, pero nada es seguro. Ni siquiera la Cruz Roja es eficiente a la hora de informarnos".Cuando la huelga se desató, ella y otras decenas de personas que se reúnen cada día en la sede de la Cruz Roja de Ramala, se decidieron a unirse a la reivindicación en forma de apoyo a los presos. “Yo solo he podido estar tres días sin comer. A partir del tercer día me di cuenta de que no tenía energía para ir a trabajar. No podia hacer nada”, se excusa Lamees.
Añade que resignarse a no tener noticias es lo más doloroso de todo: “En casa vivimos una situación de estrés terrible. Mi madre llora cada noche. Es muy duro el hecho de no saber”. 


P.S & R.R / Ramala 2011